La nata juega un papel clave a la hora de enriquecer todo tipo de platos.
La nata es un alimento muy usado en la cocina y como constituye un derivado lácteo, en ocasiones se considera un producto muy saludable que podemos incluir sin límites en nuestra dieta. Sin embargo, la nata es un producto lácteo rico en grasa, que se obtiene cuando se separa de la leche.
A pesar de que su principal nutriente es la grasa, y en mayor proporción saturada, la nata en nuestra dieta puede tener valiosos aportes y utilidades, según la variedad que se emplea y siempre que la incorporemos en cantidades adecuadas.
Existe la nata delgada o ligera, que tiene menos cantidad de grasa que la nata tradicional, cuyo contenido graso varía entre 30 y 50%, mientras que la doble nata puede llegar hasta un 55% de materia grasa. Por supuesto, elegir una u otra dependerá de la utilidad en la cocina, así como si queremos cuidar el aporte de grasas de la dieta.
La nata es una gran fuente de vitamina A, posee vitamina D, potasio y calcio, aunque este último en menores proporciones que en la leche. Por todo esto, la nata, a diferencia de la leche, el yogur o los quesos, concentran mucha más grasa y calorías, debe consumirse con moderación, sin ser consideradas fuente de proteínas como es el caso del resto de los alimentos del grupo lácteo, sino que constituye una fuente de grasas perteneciente al grupo de alimentos de los cuerpos grasos.